Quadsi me lyricis vatibus inseres,
Sublimi Feriam sidesa vértice.
Y si entre los vates líricos me cuentas
Tocaré las estrellas con la cabeza alta
Horacio, Odas (vv. 35-36)
Sentir, repetir estas palabras de Horacio a Mecenas, es algo que Kafka no se habría visto impelido a hacer frente a nadie. Cuando volví a leer los versos de Horacio, de repente me saltó a la vista la diferencia fundamental entre ambas personalidades, y me pareció que, incluso si uno prescinde de todas las artes cortesanas de los romanos, tienen algo de extraordinariamente característico para Kafka. No, mi amigo jamás y bajo ningún concepto habría querido tocar las estrellas. El lema de su vida era el siguiente: permanecer en un segundo plano, no llamar la atención. Su comportamiento era en todo discreto. Rara vez alzaba el tono de su suave voz. Si se encontraba en medio de un grupo, la mayor parte de las veces enmudecía por completo. Sólo estando con una o dos personas perdía su timidez, y entonces de su interior surgía con una fuerza asombrosa una cantidad de ocurrencias que permitía sospechar que aquel hombre silencioso llevaba en su interior un mundo desmedido formado por personajes y pensamientos aún sin desarrollar. Nunca más he vuelto a presenciar asociaciones de ideas tan ágiles saltando desde la más remota lejanía, ocurrencias tan divertidas y extravagantes, fantasías tan espontáneas. El volumen titulado Preparativos de boda en el campo contiene, lo que sirve de apoyo a mi memoria, un sinnúmero de historias, situaciones, consideraciones, una abundancia francamente inverosímil de fantasías que llevan a todos los confines del mundo y en mil y un días, de tal modo que, tal como ocurre en los fragmentos de Novalis, uno se asusta frente a tanta luz. Comparando además la obra acabada del autor con lo que dejó inacabado encuentra uno que la superficie de las ruinas es mil veces mayor que la de los monumentos rematados por completo. América, El proceso, El castillo, La transformación, En la colonia penitenciaria… Todo eso le parece a uno un afortunado botín frente a lo mucho que el destino, la temprana muerte de Kafka, nos ha arrebatado. Por eso, para juzgar esta obra colosal hay que tener también presente lo informe, lo simplemente esbozado, junto a lo sólidamente perfilado… Y este gigante paseaba entre nosotros como si fuera un enano. No se daba a conocer. “Sólo los sinvergüenzas son discretos”, dice Goethe. Pero si uno compartió parte de su vida con Kafka, se sentiría más tentado a darle la vuelta a la frase y transformarla en su contraria, ciertamente igual de injusta y extrema: “Todo indiscreto es un sinvergüenza”.
Max Brod
Personal
Imagen extraída del documental de
Sagi Bornstein, Kafka, el último proceso