En Stevenson nuestras fantasías son nuestras auténticas aventuras, G.K. Chesterton

Robert Louis Stevenson

Había, en verdad, en el voraz universalismo del alma de Stevenson, un auténtico amor por los objetos inanimados como no se ha conocido desde que San Francisco hablara de su hermano sol y de su hermano pozo. Tenemos la sensación de que estaba verdaderamente enamorado del bastón de plata que Silver arrojó al sol, de la caja que Billy Bones dejó en el “Almirante Benhow”, del cuchillo que Wicks clavó en la mesa atravesando su propia mano. Siempre hallamos en su obra una pulcra angulosidad que nos hace recordar que era aficionado a cortar a hachazos la madera […].

La idea que da coherencia a toda la variada obra de Stevenson es que la fantasía o visión de las posibilidades de las cosas era mucho más importante que los simples acontecimientos. Que una cosa era el alma de nuestra vida; la otra, el cuerpo; y de las dos, el alma era lo más preciado. El germen de todas sus historias descansa en la idea de que cada paisaje y cada trozo de escenario tienen alma y el alma es una historia. Frente al muro en ruinas de un huerto podemos saber que no lo frecuenta más que una anciana cocinera. Pero todo existe en el alma humana. Ese huerto crece en nuestra mente y contiene el templo y escenario en el que una muchacha, un poeta harapiento y un granjero loco se encuentran por un extraño azar. Stevenson representa esa concepción de que las ideas son los verdaderos acontecimientos, de que nuestras fantasías son nuestras auténticas aventuras. Pensar en una vaca con alas es esencialmente lo mismo que haber visto una. Y ésta es la razón de la enorme diversidad de sus narraciones. Tenía que hacer una historia tan rica como un atardecer de color rubí, y otra tan gris como un vetusto molinito, pues la historia era el alma, o más bien, el significado de la visión física.

G.K. Chesterton
Tipos diversos
Traducción: Victoria León
Editorial: Espuela de Plata

Foto: Robert Louis Stevenson