Como lectora, espero que surjan novelistas que se aventuren en territorios que solo ellos sean capaces de percibir y que intenten traerlos a la luz. Pero hay que recordar que la novela no es la estación final de toda búsqueda. Podemos pensar en otras formas como Tentativa de agotar un lugar parisino de Georges Perec, Un día del año de Christa Wolf, La medalla de Lydie Salvayre, El fin del «Homo sovieticus» de Svetlana Alexievitch, los Cuadernos de notas de Pierre Bergounioux, etc. Lo importante es preguntarse cómo escribir este mundo, cómo describir el tiempo presente a través del filtro irremplazable y precioso de la propia sensibilidad.
¿Cómo trabajar la propia sensibilidad con los medios del propio arte? Es un camino difícil, que cada generación, cada escritor, debe recorrer a su manera. Evidentemente, no siempre se encuentran soluciones satisfactorias, ni siquiera algo «mejor» respecto a lo que ya se ha escrito. Pero, en literatura, no me preocupan las fuerzas de conservación, porque siempre habrá, incluso con talento, escritores que se encarguen de mantener la vieja casa. Yo me dirijo más bien a los espíritus aventureros que deseen correr ese tipo de riesgos — oh, riesgos muy pequeños, en este mundo, los de nuestras audacias intelectuales.
Para crear una obra, hay que despreocuparse del ruido, de lo efímero de las modas y de los vaivenes del juicio público; hay que, con una dulzura firme y una fuerza íntima, mantenerse exigente con uno mismo, celoso de su tiempo y de su marginalidad; si se fracasa, no amargarse; si se tiene éxito, no aferrarse a él. Basta con tener unos pocos amigos y un espacio donde, ahora, poder retirarse.
Sophie Divry
Rouvrir le roman
Editorial: Gallimard
Foto: Sophie Divry