Soy un siervo de Gombrowicz, Witold Gombrowicz

Witold Gombrowicz en 1909

¿Cuántas páginas he escrito a lo largo de mi vida? Unas tres mil. ¿Con qué resultado, si nos referimos a mí personalmente? He abordado estas conversaciones con la intención de ligar mi literatura a mi vida. Pues bien, ¿me ha servido esa literatura para resolver mis problemas, mis dificultades personales?
¿Para qué, entonces?… Siento casi vergüenza. ¿Adónde me han llevado mis atentados contra la Forma? A la Forma, precisamente. A fuerza de quebrarla, me he convertido en ese escritor cuyo tema es la Forma. He ahí mi forma, y mi definición. Y hoy, yo, individuo vivo, soy siervo de ese Gombrowicz oficial que he creado con mis propias manos. No puedo hacer otra cosa que seguir adelante. Mis impulsos de antaño, mis meteduras de pata, mis disonancias, toda esa inmadurez que me ponía a prueba… ¿adónde han ido a parar? En mi vejez, la vida me resulta más fácil. Navego con seguridad entre mis contradicciones, mi voz se ha hecho más firme, sí, sí, me he hecho un hueco, cumplo mi papel, soy un siervo. ¿De quién? De Gombrowicz.
¿Renacerá mi rebelión de antaño en la imaginación de algún otro, de nuevo joven y cautivadora? No lo sé. Pero ¿y yo? ¿Lograré siquiera una vez rebelarme contra él, contra ese Gombrowicz? No estoy muy seguro. He maquinado diversas estratagemas que me permitirían librarme de su tiranía, pero los años y la enfermedad me han hecho perder facultades. Desembarazarse de Gombrowicz, comprometerle, destruirle, eso sí que sería vivificante…, pero no hay nada más arduo que luchar contra el propio caparazón.
Volver al antecomienzo, refugiarme en mi inmadurez inicial (esa Inmadurez constituye para mí algo más importante todavía que la Forma; pero se habla poco de ella en estas conversaciones, pues no resulta fácil hacerlo y yo prefiero que se la busque en la materia viva de mi obra artística).
Pero ¿rebelarme? ¿Cómo? ¿Yo? ¿Un siervo?

Witold Gombrowicz
Testamento
Entrevistas con Dominique de Roux

Foto: Witold Gombrowicz en Małoszyce, 1909